Cuando consideramos la vida cristiana, debemos pensar siempre en la vida perfecta de nuestro Salvador, Jesucristo. En su discurso importante a sus discípulos – El Sermón del monte – encontramos estas palabras:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mateo 5:48)
El Apóstol Pablo nos exhorta con palabras parecidas:
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” (Efesios 5:1-2).
Cristo anduvo en amor porque quiso complacer a su Padre. Recordamos que la Biblia dice: “…Dios es amor…” (1 Juan 4:16)
Cuando consideramos lo que nos ensena la Biblia del amor, entendemos que no es el amor del mundo. La Biblia muestra claramente que el amor de Dios comprende las características de la vida perfecta. Mire lo que leemos en 1 Corintios 13:4-6:
El amor…
es sufrido…………………………………………… paciencia
es benigno…………………………………………. bondad
…no tiene envidia……………………….. generosidad
…no es jactancioso, no se envanece…. humildad
no es indecoroso……………………………..……. cortesía
no busca lo suyo…………………………………… sin egoísmo
no se irrita…………………………………………… buen genio
no guarda rencor…………………………………… inocencia
no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
……………………………………………………….. sinceridad
Total = ____ AMOR
Estas palabras vienen del apóstol Pablo. Fue un judío de los judíos, académicamente superior a los demás, estudioso de la Ley. Filemón era un gentil asiático prominente. Onésimo era un esclavo fugitivo, un objeto más despreciable de todo. ¿Cuántas barreras había dentro de estas tres personas? Educación, cultura, raza… ¿Cuántas oportunidades habían para expresar la superioridad de uno sobre los otros? No era así. Cada uno de ellos había enfrentado las demandas del cristianismo desde un trasfondo totalmente diferente. Es lo mismo que pasa con nosotros en el siglo XXI.
Se ha dicho que lo más grande de un hombre o mujer puede hacer por Dios es ser bondadoso con algunos de los otros hijos de Dios. Cristo confirmó esto cuando dijo:
“En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. (Mateo 25:40)
Por eso, la tarea que tenemos por delante es poner estos nueve ingredientes a trabajar en nuestra vida cotidiana. El amor no es producto de una emoción entusiástica: es una rica, fuerte, varonil y vigorosa expresión del verdadero hermano y hermana en Cristo.